Los cortinos son uno de los elementos más característicos de la
arquitectura tradicional del extremo occidental de la Cordillera
Cantábrica. Construidos para proteger las colmenas de los ataques del
oso o del fuego, tienen forma circular en la mayoría de los casos.
Carecen por lo general de puerta y el acceso a su interior se realiza
con una escalera de madera que el propietario del cortín recupera desde
la parte alta del muro, para colocar a continuación hacia el lado
interior y descender hacia las colmenas. El muro se encuentra rematado
por unas lajas de piedra anchas que sobresalen hacia el exterior,
impidiendo a los animales que pudieran trepar por el muro llegar al
interior del recinto.
Para alivio del apicultor de hoy en día, el oso ya no representa un
peligro para la mayoría de los cortines existentes en el noroeste
peninsular, al haber desaparecido de muchos lugares por la destrucción
de su hábitat, la acción del veneno o del furtivismo. Para
consternación de todos los amantes de la naturaleza, en una visita por
estas comarcas, la localización de los cortines ofrece un mapa
detallado de lo que un día fueron los límites del territorio del oso
pardo cantábrico, que poco a poco está volviendo a recuperar.
En el mapa de Muniellos se reflejan más de 120 cortinos -50 en el mapa del Alto Sil-, incluyendo algunos talameiros
(construcción similar al cortín pero de forma rectangular). Muchos de
ellos están fuera de uso y la aproximación no es factible al haber
desaparecido los senderos que les daban acceso, pero siguen adornando,
sin duda, el entorno en que se encuentran y constituyen, junto a
algunas iglesias, ermitas, hórreos y brañas, los últimos vestigios
arquitectónicos de tiempos pasados.